Insólito: desde ahora, las revistas femeninas tendrán que incluir los museos y el teatro de ópera en sus listas de lugares apropiados para conseguir pareja. Así lo indica una tendencia surgida en Nueva York, con la New York Public Library (NYPL), el Museum of Modern Art (MoMA) y la Metropolitan Opera como los nuevos paraísos del romance; si no con la cultura, por lo menos en un espacio de cultura.
El hombre clave detrás del fenómeno es Paul Holdengräber, director de Programas Públicos de la NYPL, para quien, con esta política de difusión basada en el amor súbito, "los leones que vigilan la puerta de entrada van a rugir". Según este licenciado en Filosofía, "pensar es sexy ", y con esa premisa convirtió la biblioteca neoyorquina por excelencia en el eje de las " intellidating " o "citas inteligentes". En una entrevista publicada en el diario madrileño El País , Holdengräber ha dicho que "no hay nada más sensual que acariciar la mente del otro". Más allá de lo que esto signifique, lo novedoso es que semejante idea sirva para unir dos elementos no necesariamente próximos: museo y sensualidad.
El programa se pone en marcha con una serie de conferencias similares a las que siempre se han hecho en la NYPL. Sin embargo, ahora se realizan dos o tres veces por semana y reúnen a un promedio de 700 personas. Para renovar esos encuentros ya clásicos, Holdengräber los rebautizó "Live from the NYPL", cambió el horario (ahora empiezan a las siete, para que puedan asistir quienes trabajan hasta las seis) e inició una política que tiende a transformar la biblioteca pública en un espacio donde se puedan intercambiar ideas. Las conferencias terminan a las nueve, pero en general, de manera relajada e informal, se prolongan hasta las diez. La idea es "reunir a unos cuantos intelectuales de diferentes disciplinas, no porque acaban de publicar un libro, sino porque tienen ideas interesantes que mostrar. Con eso, uno se sustrae a la dinámica comercial de las editoriales y consigue sorprender", subraya Holdengräber. Obviamente, la formación de parejas no es el objetivo principal de la NYPL, pero de hecho su nueva política pública provee a los corazones solitarios un lugar glamoroso y propicio para el encuentro.
Más explícito es el caso de la Metropolitan Opera de Nueva York, que ofrece un programa destinado a solos y solas. Meet Me at the Met (Encuéntrame en el Met) es una serie de cuatro encuentros -dos para menores de cuarenta y otros dos para mayores de esa edad- que literalmente propone la ópera como "un escenario romántico para conocer nuevas personas". Por 95 dólares se accede a un cóctel que tiene lugar antes de la función, luego a la obra misma y finalmente a una fiesta en la que los anfitriones presentan a los asistentes entre sí.
Otro museo que parece haber advertido la amplia convocatoria de este tipo de encuentros es el Museum of Modern Art (MoMa). Esta institución ahora acompaña ciertas muestras con un acto especial, el PopRally, que reúne música, arte y tragos. Para comprar las entradas hay que ser mayor de 21 años, lo que dejaría claro que la concurrencia familiar no es precisamente la deseada. Dentro de este programa, por ejemplo, el pasado 17 de junio los visitantes del MoMA recorrieron la muestra del artista danés Olafur Eliasson mientras disfrutaban del recital del grupo de rock islandés Sigur Rós. ¿Se puede imaginar un ambiente mejor para permitirse descubrir al alma gemela? Difícil saberlo. En todo caso, políticas como ésta reactualizan el debate sobre qué tipo de público mantiene vivo un museo. ¿Aquel que asiste sólo a megaexposiciones de alcance masivo? ¿Los especialistas y estudiosos? ¿O los que van en busca de un encuentro genuino con el arte?
La tendencia de ciertos museos a ofrecer lo que el público quiere también tiene sus detractores. Nicholas Penny, director de la National Gallery de Londres, se pronunció de modo terminante: "Los museos son fuente de conocimiento, no de espectáculo".
Quizá sólo se trate de un nuevo caso de la moda de lo retro, en la que la cultura no parece una excepción. En una nota publicada en The New York Times , el historiador Donald M. Scott recordó que en el siglo XIX las conferencias de autores como Ralph Waldo Emerson y Mark Twain reunían legiones. En el pico de la fiebre por este tipo de lecturas públicas, cerca de 400.000 personas por semana se movilizaban en el norte y el oeste de los Estados Unidos con el fin de escuchar a su escritor favorito. Ahora que lo viejo pretende convertirse en lo más novedoso, los solteros de Manhattan copian a sus ancestros y cambian las barras de los bares enaltecidos en Sex and the City por las butacas de los auditorios y los cada día más románticos pasillos de los museos.
Por María Paula Bandera
Para LA NACION
El hombre clave detrás del fenómeno es Paul Holdengräber, director de Programas Públicos de la NYPL, para quien, con esta política de difusión basada en el amor súbito, "los leones que vigilan la puerta de entrada van a rugir". Según este licenciado en Filosofía, "pensar es sexy ", y con esa premisa convirtió la biblioteca neoyorquina por excelencia en el eje de las " intellidating " o "citas inteligentes". En una entrevista publicada en el diario madrileño El País , Holdengräber ha dicho que "no hay nada más sensual que acariciar la mente del otro". Más allá de lo que esto signifique, lo novedoso es que semejante idea sirva para unir dos elementos no necesariamente próximos: museo y sensualidad.
El programa se pone en marcha con una serie de conferencias similares a las que siempre se han hecho en la NYPL. Sin embargo, ahora se realizan dos o tres veces por semana y reúnen a un promedio de 700 personas. Para renovar esos encuentros ya clásicos, Holdengräber los rebautizó "Live from the NYPL", cambió el horario (ahora empiezan a las siete, para que puedan asistir quienes trabajan hasta las seis) e inició una política que tiende a transformar la biblioteca pública en un espacio donde se puedan intercambiar ideas. Las conferencias terminan a las nueve, pero en general, de manera relajada e informal, se prolongan hasta las diez. La idea es "reunir a unos cuantos intelectuales de diferentes disciplinas, no porque acaban de publicar un libro, sino porque tienen ideas interesantes que mostrar. Con eso, uno se sustrae a la dinámica comercial de las editoriales y consigue sorprender", subraya Holdengräber. Obviamente, la formación de parejas no es el objetivo principal de la NYPL, pero de hecho su nueva política pública provee a los corazones solitarios un lugar glamoroso y propicio para el encuentro.
Más explícito es el caso de la Metropolitan Opera de Nueva York, que ofrece un programa destinado a solos y solas. Meet Me at the Met (Encuéntrame en el Met) es una serie de cuatro encuentros -dos para menores de cuarenta y otros dos para mayores de esa edad- que literalmente propone la ópera como "un escenario romántico para conocer nuevas personas". Por 95 dólares se accede a un cóctel que tiene lugar antes de la función, luego a la obra misma y finalmente a una fiesta en la que los anfitriones presentan a los asistentes entre sí.
Otro museo que parece haber advertido la amplia convocatoria de este tipo de encuentros es el Museum of Modern Art (MoMa). Esta institución ahora acompaña ciertas muestras con un acto especial, el PopRally, que reúne música, arte y tragos. Para comprar las entradas hay que ser mayor de 21 años, lo que dejaría claro que la concurrencia familiar no es precisamente la deseada. Dentro de este programa, por ejemplo, el pasado 17 de junio los visitantes del MoMA recorrieron la muestra del artista danés Olafur Eliasson mientras disfrutaban del recital del grupo de rock islandés Sigur Rós. ¿Se puede imaginar un ambiente mejor para permitirse descubrir al alma gemela? Difícil saberlo. En todo caso, políticas como ésta reactualizan el debate sobre qué tipo de público mantiene vivo un museo. ¿Aquel que asiste sólo a megaexposiciones de alcance masivo? ¿Los especialistas y estudiosos? ¿O los que van en busca de un encuentro genuino con el arte?
La tendencia de ciertos museos a ofrecer lo que el público quiere también tiene sus detractores. Nicholas Penny, director de la National Gallery de Londres, se pronunció de modo terminante: "Los museos son fuente de conocimiento, no de espectáculo".
Quizá sólo se trate de un nuevo caso de la moda de lo retro, en la que la cultura no parece una excepción. En una nota publicada en The New York Times , el historiador Donald M. Scott recordó que en el siglo XIX las conferencias de autores como Ralph Waldo Emerson y Mark Twain reunían legiones. En el pico de la fiebre por este tipo de lecturas públicas, cerca de 400.000 personas por semana se movilizaban en el norte y el oeste de los Estados Unidos con el fin de escuchar a su escritor favorito. Ahora que lo viejo pretende convertirse en lo más novedoso, los solteros de Manhattan copian a sus ancestros y cambian las barras de los bares enaltecidos en Sex and the City por las butacas de los auditorios y los cada día más románticos pasillos de los museos.
Por María Paula Bandera
Para LA NACION
6 comentarios:
Supongo que es una manera mas de atraer diversidad de publico; a través de un interés más inmediato, en este caso el interés de buscar pareja; que si bien es interesante dicho método; creo que un verdadero museo debe atraer al público por la calidad tanto de lo que muestra y trsmite por el hecho de ser un mueseo.
Me parece interesante que tanto los museos como los teatros de ópera intenten acercar al público mediante distintas estrategias porque mucha gente es reacia a concurrir a estos lugares.
Me desagrada profundamente lo que acabo de leer. Prefiero que la gente vaya a hacer el recorrido de Sex And the City en Nueva York, es más genuino. Es una opinión claramente personal, pero creo que a los museos hay que enmarcarlos en un lugar de interés propio, no veo buenos resultados cuando se "democratizan" los espacios culturales.
La verdad que no me sorprende que pase esto en los museos de EEUU, quizás sea un intento desesperado para que la gente deje de mirar friends y Sex And the City, o mejor dicho a traer a ese publico al museo, esta claro que lo que se busca es un rédito económico creo!!, y bueno por otro lado la fuente de la información y el diario que la edita siempre miro ya sea en lo político, económico, y cultural a los EEUU con gran afinidad, espero que los museos no se conviertan también acá en reuniones banales de gente esnobista…jeremias…
¡Me gusta esta discusión! Es complejo el tema, hay una tensión entre lo que sería el objetivo de un museo y el deseo de que la gente se anime a entrar.
A mí en principio me parece valioso que la gente se amigue con la idea de trasponer la puerta. En este caso como la propuesta tiene que ver con lo "amoroso" aparece un lente que puede tener que ver con lo sensual, Eros siempre es prometedor! Seguramente va a haber muchos que vuelvan o que ya les pase algo interesante en esa visita "disfrazada".
Sin embargo es probable que haya otros que le quiten al Arte su capacidad de hablar a lo esencial y lo pongan en un lugar "snob" (como decía Jeremías) o de simple ilustración "simpática".¿Qué hacer?
Puede ser que nada, puede ser que sí. El museo puede preparar algo especial para este público, visitas guiadas especiales, organizar encuentros bajo las obras, invitar a la participación con buzones y preguntas inquietantes...lo que hizo el museo "Chicago Historical Society" tb puede ser una idea, armó una muestra en donde se analizaron los lugares por donde se movían los adolescentes en busca de pareja y/o diversión desde principios del siglo XX.
Me parece excelente que un museo trate de atraer al pùblico desde diferentes miradas e intereses `de las personas porque pienso que a la vez el museo muestra o expone su recorrido al visitante cumpliendo con su cometido de manera directa o indirecta,a veces el fin justifica los medios,por supuesto en algunos casos como este.
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